Su cara lo hace distinto y él solo quiere ser uno más. Camina siempre mirando al suelo, la cabeza gacha y el . equillo tratando en vano de esconder su rostro, pero, aun así, es objeto de miradas furtivas, susurros ahogados y codazos de asombro. August sale poco, su vida transcurre entre las acogedoras paredes de su casa, entre la compañía de su familia, su perra Daisy y las increíbles historias de La guerra de las Galaxias.
Este año todo va a cambiar, porque este año va a ir, por primera vez, a la escuela. Allí aprenderá la lección más importante de su vida, la que no se enseña en las aulas ni en los libros de texto: crecer en la adversidad, aceptarse tal y como es, sonreír a los días grises y saber que, al final, siempre encontrará una mano amiga.
Si bien el ambiente frío y aséptico de una clínica es el último lugar donde una pareja de adolescentes esperaría iniciar una relación significativa, a veces el azar nos sorprende con encuentros fortuitos que marcan nuestro destino.
Convaleciente de un trasplante de médula, Zac lleva semanas solo y aburrido en el hospital cuando en la habitación contigua ingresan a Mia, una impetuosa chica de su edad. A los golpecitos en el tabique del principio les sigue el intercambio de notas por medio de las enfermeras y, finalmente, en el silencio de la noche, la comunicación a través de Facebook. Paulatinamente, una amistad surgida de la necesidad da paso a una atracción muy especial que, sin embargo, se verá expuesta a una dura prueba cuando más adelante la realidad cotidiana interponga unos obstáculos con los que Zac y Mia no contaban.